martes, 5 de junio de 2012

Eje China-Alemania

Alemania es el motor de la Unión Europea, el financista y modelo a emular de la Eurozona, el cuarto país del mundo en PIB, el segundo exportador a nivel mundial. El crecimiento económico de Alemania en medio de la crisis europea ha sido atribuido a las reformas iniciadas por el canciller socialdemócrata Gerhard Schroder en 2003 para flexibilizar el mercado laboral. Eso es falso, la verdad es que el crecimiento Alemán se lo debe a China. Las exportaciones representan más de la tercera parte del PBI alemán. De las 500 compañías más ricas del mundo, 37 son germanas, lideradas por el sector automotor (BMW, Volkswagen) y el farmacéutico (Bayer, Merck). Otras marcas inmediatamente reconocibles son Adidas, Puma o Hugo Boss. Alemania, que representa la mitad de las ventas de la Unión Europea a China, exportó unos 65 mil millones de euros a esa potencia el año pasado, el doble que en 2007. La demanda china por coches de lujo BMW o Porsche Cayenne ha generado ganancias record en el primer trimestre del año, a pesar de la caída de las compras de sus socios de la UE. En este momento hay una simbiosis perfecta entre ambos. China necesita tecnología y Alemania mercados. Además de coches, Alemania le vende a China maquinarias de alta tecnología, esenciales para su sector exportador. Es una cuestión de tiempo, pero pronto China va a reemplazar a Estados Unidos como el mercado más importante para los productos alemanes. China exporta a Alemania textiles, productos electrónicos y juguetes, y tiene una balanza comercial bilateral favorable que el año pasado trepó a unos 14,5 mil millones de euros. Detrás de este mundo de conveniencia mutuo, comienzan a perfilarse tensiones. El problema que preocupa a muchos alemanes no es tanto el déficit de la balanza comercial como la creciente competencia china en su propio terreno de alta tecnología. Los industriales chinos están siendo cada vez más competitivos y retando la hegemonía de las compañías alemanas. China además está haciendo sentir el poder de fuego de sus reservas, conquistado con décadas de exportaciones. En enero adquirió Putzmeister, una compañía con 3000 empleados, que produce bombas de cemento. Esa firma se encuentra en Mittlestand, corazón industrial germano, centro de la pequeña y mediana empresa, muchas de propiedad familiar, que constituyen la columna vertebral del denominado “milagro alemán”. No es un caso aislado. Otras compañías como Waldrich Coburg, productora de maquinarias, y Durrkopp Adler, de máquinas de coser, fueron adquiridas por compañías chinas. Es un llamado de atención. Hay una percepción de que China sólo produce productos baratos. Esto no es así. China es consciente de que el crecimiento económico basado en un modelo exportador de mano de obra barata ha tocado su límite y que tiene que dar el gran salto tecnológico para convertirse en una economía plenamente desarrollada. Este salto ya ha comenzado. China es un productor y exportador de primer orden en electrónica o fabricación de trenes de alta velocidad. En maquinarias desplazó a Alemania como primer exportador en 2009. Alemania sigue teniendo la hegemonía en paneles solares en términos de instalación, pero los chinos están dominando el mercado y definiendo la pauta de precios. El futuro apunta a una profundización de esta competencia. La actual complementación entre ambas economías no va a durar. En la medida en que China se convierta en una creciente competencia para los productos alemanes, el eje China-Alemania se quebrará.

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